El sorprendente vínculo entre el dinero y la felicidad
¿Cuánto creemos en el adagio de que «el dinero puede comprar la felicidad«? ¿Y si tuviera el efecto contrario?
El dinero siempre ha desempeñado un papel importante en nuestra sociedad, y a menudo se sostiene que es una de las principales fuentes de felicidad humana. El hecho de que ahora existamos en un «estado de bienestar» es una condición previa necesaria para comprender el problema, y la explicación. Se trata del progreso de las naciones desde el punto de vista económico, pero… ¿El dinero realmente compra la felicidad?
Cómo influye el éxito financiero en la satisfacción
Un sistema desarrollado a través de retos sociales, económicos y políticos que garantiza que todos tengan acceso a los recursos que necesitan (o no) para estar relativamente sanos.
El gobierno nos proporciona una buena educación, asistencia sanitaria universal, acceso al transporte público y un techo sobre nuestras cabezas, pero… ¿Qué impulsa este intrincado sistema capitalista? En primer lugar, está el dinero, y en segundo lugar, está la suposición de que todos los prestatarios contribuirán con alguna cantidad de trabajo a cambio.
Estamos atrapados en un contrato no consentido porque el Estado del bienestar nos da los medios para existir pero no nos instruye sobre cómo vivir. Muchos individuos hacen cosas por dinero sin cuestionar sus motivaciones porque ahora vivimos en una «cultura del éxito» en la que uno debe «ser alguien» o «hacer cosas» para corresponder a la utilidad esperada por el estado de bienestar.
Por qué el éxito es lo que es
¿Es el único camino hacia la prosperidad en este mundo el correcto? Algunas personas opinan que la riqueza y las posesiones mundanas son las únicas fuentes de realización en la vida. Y es lógico que el dinero sea necesario para cubrir las necesidades básicas de la vida, como la comida, la vivienda y la atención médica. La fijación del Estado del bienestar en la riqueza material ha socavado la calidad de vida de todos, incluidos los propios ciudadanos del gobierno, que han olvidado que la satisfacción es la clave del éxito y que una perspectiva positiva es su bien más valioso en las negociaciones.
Toda persona tiene derecho a un nivel de vida que garantice su salud y su felicidad, tal y como establece el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, está claro que nos queda un largo camino por recorrer antes de que esto se haga realidad.
¿Podría usted imaginarse vivir en un mundo en el que careciera de los medios necesarios para perseguir su felicidad? La pobreza no es sólo un problema económico; es compleja, siempre cambiante y está influida por muchos otros factores más allá de los ingresos.
Por lo tanto, vivir en la pobreza disminuye las capacidades cognitivas y, si no se aborda, puede causar daños cerebrales a largo plazo. ¿Y quién de nosotros no se ha preocupado nunca por su situación económica? Si no se tiene dinero encima, el cuerpo envía señales de alerta para prepararse para una época de recursos limitados.
Por debajo del mínimo necesario, la riqueza es altamente esencial; es decir, la pobreza repercute en el nivel de felicidad.
El ciudadano «ideal» que beneficia económicamente al Estado es la cara opuesta de la moneda. Sin embargo, como queda claro, esto también «pasa factura«: en Japón es habitual pasar más horas en el trabajo, lo que ha provocado que esta sociedad lidere gran parte de la industria tecnológica a costa de un ritmo de vida insostenible.

Satisfacción laboral y salud emocional
Karoshi (過労死) es una técnica de esgrima japonesa, sin embargo no sé si es un término que se utiliza para caracterizar un fenómeno social en el lugar de trabajo japonés que ha estado en curso durante décadas: un crecimiento de la tasa de mortalidad como resultado de los problemas derivados de las excesivas horas de trabajo, sobre todo los accidentes cerebrovasculares y los ataques cardíacos. El término se traduce literalmente como «muerte por exceso de trabajo«.
La principal razón por la que trabajar demasiado es malo para nuestra salud mental es que nos impide tomarnos el tiempo que necesitamos para descansar y relajarnos. La paradoja de Easterlin ya nos ha hecho dudar de la suposición de que la riqueza material garantiza la satisfacción. Pero la verdad queda al descubierto en estudios recientes: más dinero significa más felicidad en retrospectiva, pero más allá de unos 75.000 dólares al año, la felicidad en el aquí y ahora se estanca.
Ganarse la vida es difícil, ya que requiere una multitarea constante, lo que puede provocar estrés y depresión. Por tanto, aunque seas más próspero monetariamente, tus posibilidades de ser feliz han disminuido porque «tenemos más bienes pero cada vez tenemos menos tiempo para lo que realmente nos hace felices: los amigos, la familia, el ocio«.
Llegamos a la conclusión de que es imposible ser (muy) feliz si no se satisfacen las necesidades fundamentales, y que aunque la felicidad aumenta proporcionalmente con la riqueza, hay un punto a partir del cual el éxito financiero adicional no tiene ningún efecto sobre el nivel de satisfacción.
En resumen, el dinero es un factor importante en nuestra sociedad que puede aportar tanto felicidad como tristeza. La gente tiene una opinión muy consistente sobre el tema cuando se le pregunta «¿El dinero da la felicidad?». La respuesta más común es «no, aunque ayuda».
Para terminar
Cuando el dinero se ve como un medio para alcanzar un fin, y no como el fin en sí mismo, puede proporcionar una gran alegría.
Pero permítanme aclarar algo: el dinero no es comestible; no cura las heridas ni proporciona refugio contra los elementos.
Tener un techo sobre nuestras cabezas, suficientes provisiones de alimentos y una comunidad que nos apoye son las necesidades más fundamentales.
En un estado de bienestar, tenemos acceso a todos los recursos que necesitamos para mantener nuestra salud y bienestar, pero esto no garantiza la felicidad.
Lo que hacemos con nuestro dinero es más importante para nuestra felicidad que la cantidad de dinero que tenemos.